sábado, 6 de junio de 2009

Dédalo

Pasear por la Plaka no es muy diferente de cualquier otro paseo por una ciudad turística. Innumerables restaurantes y terrazas junto con tiendas llenas de recuerdos e inutilidades para el visitante. Una diferencia importante es que El Partenón está siempre a la vista al levantar la mirada, lo que resulta sobrecogedor. A mí me interesa más disfrutar con ese juego entre la lengua griega y nuestro idioma; al escuchar hablar a los griegos, sientes que puedes atrapar las palabras porque identificas las raíces, pero esa sensación se esfuma tan deprisa como llegó. Es fantástico que una plaza se llame "Plaza Sintagma" o que haya una "Iglesia de la Metamorfosis". Decididamente, el griego es más divertido que el latín. 

Aquella tarde me empeñé en buscar la plaza donde dicen que Diógenes buscaba con su farol a un hombre honesto. Diógenes el cínico, otra palabra griega para definir la desvergüenza en el mentir. Cenamos en una terraza salmonetes con ensalada, berenjenas fritas y dolmades con tzatziki mientras bebíamos vino de la isla de Santorini y escuchábamos a unos músicos tocar piezas supuestamente griegas pero en realidad, según Kostas, más bien de cine americano para que los turistas las reconozcan.

Fuimos caminando por pequeñas callejas buscando el arco de Adriano hasta que llegamos a la calle Dédalo. "Estamos en la calle Dédalo", dijo Luca. ¡Entonces seguro que estamos perdidos!", contestó Kostas. Y ambos empezaron a reir. ¿Captas la broma?

 

jueves, 28 de mayo de 2009

El viaje de los friquis

Debí haber sospechado algo  cuando el taxista que me llevó a la estación se empeñó en mostrarme con primor la caja de herramientas de su maletero. Declaró con orgullo que su mujer y sus hijos tenían la misma llave floja-tuercas que él. Me ví obligada a felicitarle con convicción y total seriedad por su acertada elección de llaves afloja-tuercas.

Al sentarme en mi asiento en el tren, noté enseguida que el tipo trajeado de la fila de al lado olía, como En el Juez de los Divorcios de Cervantes, "a tres tiros de arcabuz". ¿Cómo es posible oler mal a las ocho de la mañana?

Cuando ví que el camarero del tren que repartía el menú tenía un tic incontrolable que le hacía guiñar los ojos alternativamente, empecé a pensar que éste iba a ser un viaje de friquis.

La confirmación llegó al embarcar en el vión: cuatro amigas en los cincuenta (o quizás los sesenta), salidas de un dibujo de Maitena, que seguro comparten cirujano y peluquero, intentaban sin éxito pronunciar las consonantes bilabiales cuando se decían unas a otras "enga chicas que nos amos".

El colmo fué tener que presenciar cómo mi vecina de asiento en el avión, despueś de haber devorado con fruición la bandeja de comida, echó todo el azucarillo en el diminuto tarrito de la leche y se lo bebió/comió con pasión.

Es en esos momentos cuando der verdad me gustaría poder dormir en los aviones.

Como dice Calocén, todos somos raros, sobre todo tú...

lunes, 6 de abril de 2009

Olor a tren


Los trenes de ahora son cómodos y rápidos, inodoros e insípidos; viajar es conseguir llegar de un punto a otro en el menor tiempo posible. Esto me gusta porque ese es mi objetivo cuando trabajo. Hace tiempo que no pensaba en los trenes de antes cuando, el otro día, entré en mi vagón y noté un olor que había olvidado: el “olor a tren”. 
Es una mezcla de gasoil, moqueta sin aspirar, bocadillo de tortilla y perfumes. Y, como suele ocurrir, con ese olor vinieron a mi mente rápida y muy vívidamente recuerdos agolpados de mis viajes de infancia: la llegada de madrugada a Irún con mi madre y hermanos cuando volvíamos a vivir a España, con una mezcla de sueño, frío, hambre, y seguridad de que mamá se ocupa de todo. Las partidas de cartas en los compartimentos de seis plazas, siempre con uno de nosotros con fiebre y una manta. Un señor que nos enseñó a dibujar caras durante las cuatro horas y pico que costaba llegar a Madrid, dividiendo un círculo en cuadrantes. Una comida de macarrones y pollo en la mesita de mi asiento que me pareció el colmo del lujo…

lunes, 29 de diciembre de 2008

Los zuecos de San Nicolas


Ya llevamos casi un mes sin salir de casa. El frío, la nieve y el hielo se han instalado en la comarca y madre nos nos deja salir. Han abierto la puerta del establo para que el calor de los animales caldee la casa y los niños dormimos en el suelo, junto a la estufa. Hace tanto frío que las gallinas no pueden poner huevos, no tienen fuerza para formar una cáscara lo bastante dura.

Al menos las última semanas hemos estado ocupados, ayudando a madre y a la abuela a preparar los dulces de Navidad. El primero es el Manala, que significa "pequeño hombre", un bollo con forma de hombrecito que recuerda la leyenda de San Nicolás, que salvó a los tres niños del malvado carnicero. San Nicolás, patrón de los niños, nos trae regalos cada seis de diciembre. Este año me ha traído los mismos zuecos de madera de siempre, cada año un poco más grandes que el anterior. Ese día comienza el Adviento, y los niños vamos marcando cada jornada en el calendario, mientras esperamos ansiosos la llegada de la Navidad.

Madre ha cortado una rama de abeto y le ha colgado manzanas. La abuela no aprueba este adorno pagano, que madre ha copiado de casa de los Blum, los dueños de estas tierras. Los Blum viven en una gran mansión de dos pisos, con el establo separado de la casa, y tienen un coche de caballos. Dicen que el padre Stein quedó horrorizado cuando vió el abeto decorado con manzanas, encarnación del pecado original, por lo que la Señora Blum decidió combinar las manzanas con hostias sin consagrar, para que el mal se viese compensado por el cuerpo de nuestro Señor.

Hoy es Nochebuena y saldremos al fin de casa para acudir a la Iglesia. Después iremos a casa de los Blum, que reciben a los habitantes de la aldea para ofrecer pan de especias y vino caliente como gesto de generosidad hacia sus jornaleros. Los niños llegamos muertos de hambre porque no podemos comer nada hasta después de la misa de gallo. Padre me mira y siento que descubre en mis ojos que he comido pasta de frutas a escondidas antes de acudir a misa con mis nuevos zuecos. Pero no dice nada, porque él sabe que yo sé que ha estado bebiendo vino caliente durante la tarde; lo noto por el fuerte olor a canela que desprende su aliento. Padre y yo mantenemos una fluida comunicación no verbal que está siempre abierta por encima de las conversaciones de los demás.

Cuando volvemos a casa podemos al fin tomar la sopa caliente, queso y pan con miel, la cena de todas las Nochebuenas. Los mayores cantan animados por el vino y los niños bailamos para ahuyentar al frío y la oscuridad del invierno. Dice mi amigo Peter que su abuelo le contó que existe un país donde no nieva en invierno y donde no existen los zuecos de madera. Dice que los niños pueden dormir todo el año en el pajar y que no necesitan calentar el vino ni quedarse en casa durante semanas. Me pregunto si yo podré algun día viajar a ese lugar donde todo es cálido y luminoso. Y si San Nicolás sabrá encontrarme allá donde esté y qué tipo de zuecos me regalará.


lunes, 1 de diciembre de 2008

Amanece


El avión está retrasado. No, no es posible, hoy es viernes, por favor...
El vuelo ha sido cancelado. No te creo, júrame que no es verdad.
Dormiremos en un hotel en Basilea, mañana a las 5 de la mañana volvemos al aeropuerto.
Mal rayo parta a las low cost.
No quiero mirar por la ventanilla. Es sábado y estoy viajando. Estoy volando en vez de mirando por la ventana el otoño del monte con un café entre las manos.
No quiero mirar y de pronto lo veo. Veo amanecer en los Alpes. Veo la nieve de las cumbres que empiezan a brillar con el primer rayo del sol.
Está bien, lo admito: casi ha merecido a pena. Soy una privilegiada porque he visto ese increíble amanecer. ¿Por qué no consigo que el mal humor me dure algo más?

martes, 28 de octubre de 2008

Sólo recuerdo la emoción de las cosas


Conducía por dentro de ese bosque desconocido cuando ya estaba a punto de anochecer. Las hojas de los árboles caían sobre el cristal del coche como si fueran lluvia. Sobrecogen Los Vosgos durante el otoño. Hayas, robles, arces y abetos se confunden en una majestuosa explosión de color. Uno de esos inmensos abetos será elegido para adornar la plaza de la catedral de Estrasburgo durante el Christkindelsmärik, el mercadillo navideño que se celebra desde 1570.

Mi amiga Navu me guió cuando ya era noche cerrada hasta un hotel oculto en el paisaje, biológico en toda su extensión. La piscina de agua caliente salía al exterior fundiéndose en ese paraje de ensueño. Estuve allí por trabajo, pero eso no importa. Como escribió Machado, "sólo recuerdo la emoción de las cosas".


martes, 30 de septiembre de 2008

Los lobos de Italia


Rodeamos Clermont-Ferrand y JP me enseñó el monte bajo el cual Vercingetorix se rindió a César en el año 53 a.c. El galo se presentó ante César con sus mejores galas, se quitó la armadura, depositó las armas en el suelo, y postrándose dijo “ Habe”, “fortem virum, vir fortissime, vicisti ”. “Aquí estoy, un hombre fuerte, derrotado por uno aún más fuerte.” Yo no pude evitar recordar "Asterix, el Galo", donde Vercingetorix le arrojaba su armadura a César a los pies.
Avanzamos por la autopista hacia el norte, acercándonos al Massif Central y entrando en la región de Auvergne. En esa zona, cada cierto tiempo, se encuentran restos de lobos atropellados o abatidos por los ganaderos. Los análisis genéticos confirman que estos lobos provienen de los Alpes y más allá, de Italia. ¿Cómo puede el lobo recorrer miles de kilómetros, cruzar carreteras y barreras humanas y sobrevivir? ¿Acaso también ellos son viajeros (in)voluntarios?

martes, 2 de septiembre de 2008

Aix-le-Bains


El plan era simple: comer algo nada más aterrizar en Lyon, ya cerca de casa del cliente. Tras unos pocos kilómetros de ruta me topé sin anestesia con el maravilloso lago de Aix-le-Bains. Comimos un bocadillo en una terraza al borde del agua, vestidos de traje mientras a nuestro alrededor la gente tomaba el sol en bañador. La impresionante vista del lago con los Alpes al fondo, aún nevados pese a estar en julio, me abstrajo completamente. Respiraba un aire fresco y limpio y sólo oía el sonido de los mástiles del muelle mezclados con el graznido de las aves. Qué delicia... Romper ese encanto para volver a conectar con el trabajo fué una sutil forma de tortura. Qué bonito es Francia

martes, 1 de julio de 2008

Mientras tú duermes



Te están contado un cuento mientras yo espero sentada en mi asiento a que el avión despegue. Ya estás dormida cuando el piloto va radiando los goles de España durante el vuelo. Mientras tú duermes el taxista que me lleva al hotel está pletórico y Madrid se llena de conductores eufóricos porque hemos pasado a la final. Duermo deprisa para coger el primer tren de la mañana, salto al andén y un nuevo taxi me acerca hasta casa donde estás empezando a desperezarte.
He volado hasta aquí mientras tu dormías para darte el primer beso de la mañana, cariño mío.

domingo, 18 de mayo de 2008

Grecia fast trip

Tengo a dos súper-locas enfrente haciéndose fotos antes de embarcar. Los dos llevan el pelo largo recogido por detrás.

El segurata del control de equipajes me pregunta -como tantas otras veces- "Italian?" Y yo respondo "No, Spanish", y me contesta "ala Madrid".

Las azafatas de Olimpic Airways son contrastadamente las más ineptas y antipáticas que he conocido. Y van fatal arregladas.

No tengo hotel reservado en Ginebra, llego con Iberia, tendré que ir con tiempo para llegar hasta la T4S, llegaré a Atenas a media tarde, tal vez tenga tiempo de ver el Partenón, gracias Dios que han puesto el AVE a las 22:30, así podré dormir en casa, tengo que asegurarme de que hay Europcar en Turín, tendré que revisar la ruta hasta Alba, no sé si se han mandado todas las muestras a Grinzane, preguntaré si han reservado mesa para la visita del lunes, el nuevo vuelo a Bruselas es cómodo pero el horario es malo, mejor ir a Estrasburgo con Easyjet hasta Basilea, han abierto vuelo desde Madrid a Clermont Ferrand, eso me puede venir bien si voy hacia el este, qué gozada ir en avión hasta Alicante, nos evitamos cuatro horas de coche, definitivamente me compro un navegador, mejor coger tren y metro para ir desde a Atocha a Barajas, cómo se pasan con el precio de los taxis, han mejorado el hotel del aeropuerto en Barcelona, me han dado la tarjeta de la cadena, una más, no recuerdo si es Best Western of Novotel o NH o Ibis o Mercure o....

miércoles, 27 de febrero de 2008

Hay días tristes de nubes grises,

días atormentados de rayos y truenos,

días asustados de fuertes aguaceros.

Hay días agobiantes de niebla espesa,

días inacabables de cielo blanco e insípido.

Pero si subes un poco más alto,

si sobrepasas las nubes,

compruebas que siempre,

allá arriba,

brilla el sol con una fuerza imperturbable.

lunes, 28 de enero de 2008

Ouzo de Lesbos


Hacía calor en Tesalónica aunque estábamos a principios marzo. Kostas se empeñó en que tomáramos un giros en una terraza frente al mar antes de acompañarme al aeropuerto. Comí todo lo que pude -aunque no es mi comida favorita-, pero aún así el plato seguía tan lleno como al principio. Kostas me miró con un deje de desaprobación pero no dijo nada y emprendimos ruta hacia el aeropuerto. Antes de despedirnos me regaló una botella de vino griego, detalle que aprecié sinceramente porque no conozco los vinos de esa tierra y porque, todos lo saben, me encanta el vino. Sólo los griegos y los marroquíes tienen este tipo de detalles cuando los visitas. ¡Viva la hospitalidad mediterránea! En ese momento lamenté no haberme reventado comiendo giros para hacerle más aprecio.


Al llegar a Atenas encontré una ciudad tan caótica como siempre pero con la complejidad añadida de las obras pre-olímpicas. No se podía creer que fuera a darles tiempo a terminar antes del verano. Dimitris, siempre afable y atento, conducía por la ciudad como un loco, tocando el claxon e imprecando a todo el mundo. Los tres días en Atenas pasaron deprisa y, de nuevo en el aeropuerto, Dimitris me regaló otra botella de vino. Le agradecí mucho el obsequio, pero cometí el error de decirle que Kostas había tenido la misma idea. Su expresión cambió y quiso saber, ligeramente molesto, qué vino me había dado su compañero del norte del país. Al responderle noté que estaba calculando mentalmente cuál de los dos había escogido el mejor. Entonces volvió a su coche y me dio una botella del mejor Ouzo de la isla de Lesbos. De esta manera, su obsequio era aún mayor. ¡Dichosa envidia mediterránea!

viernes, 21 de diciembre de 2007

"Parmigiano de montagna"


Llegamos a Parma pronto por la mañana, con tiempo para dar un paseo y hacer algunas compras antes de visitar al primer cliente del día. La ciudad es tan bonita y cargada de historia como todas las ciudades italianas que he conocido. Una compra obligada es por supuesto el queso Parmigiano, así que fuimos a una increíble tienda, con esos enormes quesos de 20 kilos, cuyo olor se apreciaba tres manzanas de distancia. Haciéndome la mujer de mundo, le pedí a la tendera medio kilo de Parmigiano Regiano. Muy circunspecta, ella me preguntó que de dónde lo quería.
- Mmmm, ¿qué opciones tiene?
- De valle, de colina o de montaña, respondió, el sabor es muy distinto porque las ovejas comen hierba distinta, y me dio a probar un poco de cada uno para que eligiera.
Yo no noté ninguna diferencia, pero elegí el de montaña con cara de convencida, pensando que una vez más los italianos me habían sorprendido en lo que a gastronomía se refiere.
Ese mismo día probé por primera vez el culatello…

martes, 11 de diciembre de 2007

Va por tí, Pelayo

I
El vuelo fue perfecto. Después de otros muchos viajes en vela, con todo el pasaje plácidamente dormido mientras yo leo con los ojos arrasados por el sueño, había conseguido dormir varias horas tumbada en un avión casi vacío. No hubo turbulencias, no hubo retrasos, la comida estaba buena, incluso las azafatas fueron relativamente amables.
Los problemas comenzaron al llegar a Sao Paulo. Yo pasé rápidamente el control de inmigración y, cuando ya estaba recogiendo mi equipaje, me di cuenta de que Pelayo estaba siendo retenido por la policía. Sabía que por ser de Guatemala suele tener problemas con el visado, en parte por la desorganización de los consulados y en parte por un exceso de confianza en sí mismo. Pelayo pensaba que el mundo debía adaptarse a sus necesidades, y la realidad no es siempre tan maleable. Sin embargo, en esta ocasión noté algo diferente. Inmigración insistía en que el visado estaba caducado, y él en que estaba en regla. Pero no estaba desplegando sus habituales artes de negociante. Cedió antes de lo esperado y aceptó un viaje de 24 horas a Buenos Aires para poner en orden sus papeles casi sin ofrecer resistencia.
Con prisas y a través de un cristal me dio las últimas instrucciones para llegar al hotel y localizar a nuestros colegas de la oficina en Sao Paulo. También me pidió que llevase una de sus maletas al hotel, la maleta de muestras. Yo salí del aeropuerto despistada y mareada, sin conocer la ciudad, sin saber si Pelayo iba a poder entrar en el país al día siguiente o debería volver a España. Pasé por el control de aduanas casi sin notar que me estaban preguntando por el contenido de mis maletas. “¿Qué lleva ahí?” “Esta es la maleta con mi ropa”, “¿Y allí?” “Esta es la maleta de muestras”, respondí, como si llevar un bulto llamado “maleta de muestras” fuese habitual. Inopinadamente, al policía le convenció mi respuesta. Me dejó pasa sin más y yo cogí (mejor dicho, tomé) un taxi hasta al hotel.

II
El viaje en taxi consiguió acrecentar mi atontamiento general. Era domingo, las seis y media de la mañana, la ciudad estaba desierta y mi taxista (taxistas sin fronteras) circulaba como un loco en un coche con el contador de velocidad estropeado, la temperatura del agua marcando el máximo y la reserva de gasolina encendida. Mientras conducía tenía tiempo de hablar por el teléfono móvil (celular desde aquel día) y de hablar por señas con sus colegas que transportaban a sus propios y espantados pasajeros.
Pasé todo el domingo en el hotel, durmiendo, viendo la televisión y tomando el sol en la maravillosa terraza del ático. Esperaba al lunes para contactar con mis desconocidos colegas de nuestra oficina en la ciudad y comenzar los preparativos para la feria tal como había acordado con Pelayo. En aquellos momentos, la semana que estaba a punto de comenzar no resultada en absoluto alentadora.

III
El lunes por la mañana los nubarrones de mi cabeza (no los del cielo de Sao Paulo, que estaba sufriendo una sequía desconocida y fuertes restricciones de energía) comenzaron a despejarse al comprobar que mis compañeros brasileiros eran amables, abiertos y hospitalarios. Me convencí entonces de que definitivamente ya no necesitaba a Pelayo para emprender estos viajes de trabajo. El miedo a viajar solo es una autolimitación mental, porque al final la realidad siempre resultan más sencilla de lo que uno espera.
A última hora de la tarde llegó Pelayo de Buenos Aires, relajado y contento. “¿Algún problema con la maleta de muestras? Olvidé decirte que yo tenía las llaves”. “Hombre gracias, ahora me entero, si lo llego a saber entonces hubiera pasado por la aduana sudando a mares por los nervios”. “Entonces es mejor que no lo supieras, te evitaste un mal trago. ¿Qué tal te ha ido el día? Espero que puedas perdonarme por haberte dejado dos días sola”. “Todo ha ido perfecto, he cumplido el programa previsto para la feria, en realidad no te he necesitado para nada”. (Estas pequeñas satisfacciones son impagables). “Entonces hasta mañana, ¿Me das la maleta de muestras? Es muy pesada para tí, mejor la llevaré yo mañana” “Vale, llévala tú, para la fuerza bruta todavía te necesito” (dos a cero…)

IV
El martes comenzaba la feria en un nuevo pabellón ferial construido junto al hotel Transamérica. Una feria es básicamente una tortura física donde uno debe pasar unas diez horas de pié, perfectamente presentable, amable y concentrado en el trabajo, hablando con presentes y futuros clientes, contestando sus preguntas y consiguiendo sus tarjetas (cartaos) para desplegar más tarde una red que nos permita estar lo más pegados posible a ellos. A pesar del cansancio, el primer día fué un éxito. Sin embargo Pelayo estaba nervioso, cosa extraña en él. Habían llegado algunos colegas de Argentina pero su homólogo mejicano, Esteban Márquez, había retrasado dos días su llegada por motivos desconocidos. En realidad a mí no me pareció que necesitáramos al tal Marquez para nada (tal vez me estaba pasando con mi recién nacida independencia), tan sólo veía una actitud poco profesional, pero Pelayo estaba indignado y claramente preocupado.



V
Por fin Esteban llegó el miércoles por la tarde. Este mejicano cumplía con exactitud todos los rasgos físicos por los que supuestamente se les reconocen: cabello muy negro, piel tostada, cuerpo pequeño y el imperdonable mostacho. Este efecto se veía intensificado al oírle hablar. Para mí, españolita ignorante, fué como estar oyendo a Pixie y Dixie. Igualito. Era el primer mejicano que conocía, que le vamos a hacer. Lo malo es que no pude evitar decírselo, menos mal que le hizo gracia, afortunadamente a él también le divirtió mi acento. Pelayo tardó medio segundo en reunirse con él a puerta cerrada en una de las salitas del stand. Pensé que iban a discutir, pero ocurrió todo lo contrario. Salieron de la sala riendo, felices, incluso diría que aliviados. No conseguí que Pelayo me explicara dónde estaba el chiste. Pelayo, no hay quien te entienda…

VI
El resto de la semana resultó realmente divertido. Mucho trabajo y muchas cenas con copa. El Café Journal para comer, el Brooklyn para cenar con música en vivo, el imprescindible Rodizio y la inevitable Feijoada. La mezcla de latinos es apasionante, diferentes culturas, formas de hablar en español, de utilizar las expresiones, eternas bromas entre países (principalmente Argentina-resto del mundo), mucho que aprender. Todo un mundo rico, gigantesco y superpoblado que en España no conocemos ni queremos conocer, que unificamos con la palabra “Hispanoamérica” y al que tratamos con una superioridad vergonzante.
Yo sentía que encajaba bien en ese ambiente, recibiendo con deportividad las pullas que me tocaban por ser una garota gallega y manteniendo ojos y oídos bien abiertos.

VII
El domingo yo volvía hacia Europa mientras Pelayo y Esteban volaban a Colombia para visitar a algunos clientes. “Tenéis los dos juntos una pinta de traficantes que no os tenéis, y para colmo vais a Cali!” Me miraron y se miraron nerviosos. “Ya está la gallega pensando que somos peores por ser indios” Dijo Pelayo con rabia. Yo me quedé helada, Pelayo sabía de sobra que estaba bromeando, ese comentario era muy parecido al que ellos mismos se hacían los unos a los otros.
Nos despedimos fríamente, mi frasecita cayó como una bomba y yo, como de costumbre, me quedé rasgándome las vestiduras por ser tan bocazas.

y VIII
El vuelo de vuelta no fué tan perfecto. Haber podido dormir en el anterior fué sólo un espejismo, esta vez cumplí con el rito de los ojos ardiendo de sueño mientras era la única en ver la película (mala, siempre me tocan malas) en la diminuta pantalla.
Al llegar a Barajas a las seis de la mañana leí al fin un periódico español con noticias frescas del día anterior: un guatemalteco afincado en España y un mejicano habían sido detenidos en el aeropuerto de Cali con información de alta tecnología que iba a ser vendida al más poderoso narcotraficante de Colombia. En ella se detallaba un nuevo e infalible método de modificar la cocaína haciéndola irreconocible empleando los análisis químicos conocidos. Los detenidos transportaban una maleta con muestras de esta droga perfeccionada.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Gestos con sentido


Doce días antes de fin de año, el abuelo Hans pelaba una cebolla. Separaba una a una sus capas y las iba colocando en doce pequeños platos. Cada capa representaba para él un mes del año venidero. El abuelo Hans observaba con detenimiento cada una y por su color, textura y aroma podía saber cómo sería la cosecha de manzanas en septiembre, de patatas en octubre, de maíz en noviembre...
Al día siguente de San Nicolás buscaba el abeto más bello del bosque y lo traía a casa. Un árbol siempre verde y frondoso era el mejor augurio para tener un año fecundo. Lo decorábamos con las mejores manzanas del lagar, con las piñas, las nueces y las castañas que habíamos recogido en el campo. La abuela Inge prepaba pan de especias y bretzels, con su lazo interior que desde tiempo de los celtas es un símbolo de fecundidad y eternidad.
Aquél era por entonces un tiempo de celebración por haber tenido todo lo necesario un año más y al mismo tiempo de espera e incertidumbre ante el Año Nuevo. Cada adorno tenía un significado, cada canción una historia que recordar.
La familia vivía estos últimos días del año con una intensidad ancestral. Los niños nos maravillábamos por cada pequeño dulce, por cada hermosa historia que nos contaba la abuela Inge.

Cada fin de año pelo una cebolla lentamente, capa a capa, tal como hacía el abuelo Hans. Yo no sé interpretar lo que veo, pero me sirve para recordar cuántos gestos con sentido han quedado en gestos y han perdido su sentido.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Un avión de juguete


Estoy en Bérgamo y mi niña tiene varicela. La ciudad es preciosa, pero también lo es la carita llena de granos de mi niña. Le compro un avioncito de juguete.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Una paella en Casablanca


Habíamos tenido el tiempo justo de ir a la Medina a comprar aceitunas, algo que siempre intentamos encajar en la agenda cuando voy a Casablanca.
Driss propuso ir a comer a algún restaurante del puerto, lo cual siempre es una buena idea en esta ciudad costera con pescado fresco y muy variado. En el menú había paella; la verdad es que esto era lo último que yo hubiera pedido, pero vi que a Driss le apetecía, así que me sumé a su petición (mínimo dos personas) segura de que aquel día iba a comer mal. Una vez más (¿cuántas van ya?) me equivoqué: tomé una de las mejores paellas de mi vida, exquisitamente cocinada con pescado y marisco y aderezada con especias locales que le daban un toque muy especial (valga la redundancia). Lo más duro fue seguir trabajando después de semejante homenaje…

viernes, 26 de octubre de 2007

La Bienvenida - Alsacia


Las maravillosas vidrieras de la catedral de Colmar, un paseo con café por esta ciudad de cuento, una tarte flambé en el Vielle Strasbourg de Estrasburgo, un Riesling frío para acompañar el fuerte queso Munster, cientos de kilometros de maizales a medio cosechar, un brumoso Rhin con sus barcazas... Alsacia es ahora nuestra nueva sede, que nos acoge y nos presenta a nuestros nuevos compañeros de viaje. El primer encuentro ha sido inesperadamente agradable... parece que esta bienvenida promete tiempos mejores.

martes, 9 de octubre de 2007

El viaje luminoso

De vez en cuando la vida nos regala un viaje luminoso, de puro placer, con los amigos de verdad, con la familia. Días llenos de sabores y colores, de risas y juegos, de charla y reencuentro.




Gracias a todos por cada segundo y por todos los que vendrán.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Reivindicando el azúcar


El chófer conducía como un loco por la estatal 57SB de Illinois. La temperatura exterior era de varios grados bajo cero y la calefacción mantenía el interior del coche a unos 30 grados. Yo llevaba ya dos horas y media oyendo a Frank parlotear sin parar en su meteórico inglés. La cabeza me iba a estallar después de más de doce horas de viaje.
Paramos (¡al fin!) en una zona de descanso llena de máquinas de refrescos. Necesitaba fervientemente agua y azúcar para que mi cerebro recuperase su tono vital. La cantidad y variedad de bebidas era infinita pero, para mi sorpresa, todos los refrescos eran light. Ni un miligramo de azúcar, ingrediente erróneamente demonizado por los gurús de la dieta y periodistas mal informados. Escogí un refresco de color rosa que no me gustó, no me refrescó y me dejó un artificial sabor dulzón en la boca durante el resto del viaje.
Llegué a nuestro destino agotada y muerta de sueño. Me acosté soñando con una larga noche de descanso... algo que no ocurrió.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La Despedida

Este ha sido un viaje de despedida. Hace ya un año, Maya se fue a un viaje de sólo ida, sin avisar, sin despedirse. Ahora nos ha tocado a nosotros despedirnos de compañeros de muchos años. Y es una despedida para siempre jamás, con la certeza casi absoluta de que no volveremos a vernos. Qué sensación de vacío, qué incertidumbre.
La empresa es la gran diosa, la que decide quiénes son nuestros compañeros; ella nos los dio, ella nos los quita. Haber hecho amigos de muchos países distintos después de tantos años no era contemplado por sus planes estratégicos. Perderlos para siempre no es ahora su problema.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Los patos de L'Isle-sur-la-Sorgue

Habíamos madrugado para llegar a tiempo a nuestra reunión. Después de una intensa mañana de trabajo, Jean Pierre y yo fuimos a comer a L'Isle-sur-la-Sorgue. Escogimos una terraza junto al riachuelo donde comimos comida china. Los patos venían buscando algo que pudiera caer al agua. La luz de finales de mayo era clara e intensa, el aire olía a hierba. La villa estaba llena de paseantes y sin embargo se respiraba una calma contagiosa. Así es la Provenza francesa.

jueves, 20 de septiembre de 2007

París Orly

París Orly me gusta. Es más pequeño que CDG. Y siempre está lleno de niños que vuelven de Eurodisney ;-)