viernes, 21 de diciembre de 2007

"Parmigiano de montagna"


Llegamos a Parma pronto por la mañana, con tiempo para dar un paseo y hacer algunas compras antes de visitar al primer cliente del día. La ciudad es tan bonita y cargada de historia como todas las ciudades italianas que he conocido. Una compra obligada es por supuesto el queso Parmigiano, así que fuimos a una increíble tienda, con esos enormes quesos de 20 kilos, cuyo olor se apreciaba tres manzanas de distancia. Haciéndome la mujer de mundo, le pedí a la tendera medio kilo de Parmigiano Regiano. Muy circunspecta, ella me preguntó que de dónde lo quería.
- Mmmm, ¿qué opciones tiene?
- De valle, de colina o de montaña, respondió, el sabor es muy distinto porque las ovejas comen hierba distinta, y me dio a probar un poco de cada uno para que eligiera.
Yo no noté ninguna diferencia, pero elegí el de montaña con cara de convencida, pensando que una vez más los italianos me habían sorprendido en lo que a gastronomía se refiere.
Ese mismo día probé por primera vez el culatello…

martes, 11 de diciembre de 2007

Va por tí, Pelayo

I
El vuelo fue perfecto. Después de otros muchos viajes en vela, con todo el pasaje plácidamente dormido mientras yo leo con los ojos arrasados por el sueño, había conseguido dormir varias horas tumbada en un avión casi vacío. No hubo turbulencias, no hubo retrasos, la comida estaba buena, incluso las azafatas fueron relativamente amables.
Los problemas comenzaron al llegar a Sao Paulo. Yo pasé rápidamente el control de inmigración y, cuando ya estaba recogiendo mi equipaje, me di cuenta de que Pelayo estaba siendo retenido por la policía. Sabía que por ser de Guatemala suele tener problemas con el visado, en parte por la desorganización de los consulados y en parte por un exceso de confianza en sí mismo. Pelayo pensaba que el mundo debía adaptarse a sus necesidades, y la realidad no es siempre tan maleable. Sin embargo, en esta ocasión noté algo diferente. Inmigración insistía en que el visado estaba caducado, y él en que estaba en regla. Pero no estaba desplegando sus habituales artes de negociante. Cedió antes de lo esperado y aceptó un viaje de 24 horas a Buenos Aires para poner en orden sus papeles casi sin ofrecer resistencia.
Con prisas y a través de un cristal me dio las últimas instrucciones para llegar al hotel y localizar a nuestros colegas de la oficina en Sao Paulo. También me pidió que llevase una de sus maletas al hotel, la maleta de muestras. Yo salí del aeropuerto despistada y mareada, sin conocer la ciudad, sin saber si Pelayo iba a poder entrar en el país al día siguiente o debería volver a España. Pasé por el control de aduanas casi sin notar que me estaban preguntando por el contenido de mis maletas. “¿Qué lleva ahí?” “Esta es la maleta con mi ropa”, “¿Y allí?” “Esta es la maleta de muestras”, respondí, como si llevar un bulto llamado “maleta de muestras” fuese habitual. Inopinadamente, al policía le convenció mi respuesta. Me dejó pasa sin más y yo cogí (mejor dicho, tomé) un taxi hasta al hotel.

II
El viaje en taxi consiguió acrecentar mi atontamiento general. Era domingo, las seis y media de la mañana, la ciudad estaba desierta y mi taxista (taxistas sin fronteras) circulaba como un loco en un coche con el contador de velocidad estropeado, la temperatura del agua marcando el máximo y la reserva de gasolina encendida. Mientras conducía tenía tiempo de hablar por el teléfono móvil (celular desde aquel día) y de hablar por señas con sus colegas que transportaban a sus propios y espantados pasajeros.
Pasé todo el domingo en el hotel, durmiendo, viendo la televisión y tomando el sol en la maravillosa terraza del ático. Esperaba al lunes para contactar con mis desconocidos colegas de nuestra oficina en la ciudad y comenzar los preparativos para la feria tal como había acordado con Pelayo. En aquellos momentos, la semana que estaba a punto de comenzar no resultada en absoluto alentadora.

III
El lunes por la mañana los nubarrones de mi cabeza (no los del cielo de Sao Paulo, que estaba sufriendo una sequía desconocida y fuertes restricciones de energía) comenzaron a despejarse al comprobar que mis compañeros brasileiros eran amables, abiertos y hospitalarios. Me convencí entonces de que definitivamente ya no necesitaba a Pelayo para emprender estos viajes de trabajo. El miedo a viajar solo es una autolimitación mental, porque al final la realidad siempre resultan más sencilla de lo que uno espera.
A última hora de la tarde llegó Pelayo de Buenos Aires, relajado y contento. “¿Algún problema con la maleta de muestras? Olvidé decirte que yo tenía las llaves”. “Hombre gracias, ahora me entero, si lo llego a saber entonces hubiera pasado por la aduana sudando a mares por los nervios”. “Entonces es mejor que no lo supieras, te evitaste un mal trago. ¿Qué tal te ha ido el día? Espero que puedas perdonarme por haberte dejado dos días sola”. “Todo ha ido perfecto, he cumplido el programa previsto para la feria, en realidad no te he necesitado para nada”. (Estas pequeñas satisfacciones son impagables). “Entonces hasta mañana, ¿Me das la maleta de muestras? Es muy pesada para tí, mejor la llevaré yo mañana” “Vale, llévala tú, para la fuerza bruta todavía te necesito” (dos a cero…)

IV
El martes comenzaba la feria en un nuevo pabellón ferial construido junto al hotel Transamérica. Una feria es básicamente una tortura física donde uno debe pasar unas diez horas de pié, perfectamente presentable, amable y concentrado en el trabajo, hablando con presentes y futuros clientes, contestando sus preguntas y consiguiendo sus tarjetas (cartaos) para desplegar más tarde una red que nos permita estar lo más pegados posible a ellos. A pesar del cansancio, el primer día fué un éxito. Sin embargo Pelayo estaba nervioso, cosa extraña en él. Habían llegado algunos colegas de Argentina pero su homólogo mejicano, Esteban Márquez, había retrasado dos días su llegada por motivos desconocidos. En realidad a mí no me pareció que necesitáramos al tal Marquez para nada (tal vez me estaba pasando con mi recién nacida independencia), tan sólo veía una actitud poco profesional, pero Pelayo estaba indignado y claramente preocupado.



V
Por fin Esteban llegó el miércoles por la tarde. Este mejicano cumplía con exactitud todos los rasgos físicos por los que supuestamente se les reconocen: cabello muy negro, piel tostada, cuerpo pequeño y el imperdonable mostacho. Este efecto se veía intensificado al oírle hablar. Para mí, españolita ignorante, fué como estar oyendo a Pixie y Dixie. Igualito. Era el primer mejicano que conocía, que le vamos a hacer. Lo malo es que no pude evitar decírselo, menos mal que le hizo gracia, afortunadamente a él también le divirtió mi acento. Pelayo tardó medio segundo en reunirse con él a puerta cerrada en una de las salitas del stand. Pensé que iban a discutir, pero ocurrió todo lo contrario. Salieron de la sala riendo, felices, incluso diría que aliviados. No conseguí que Pelayo me explicara dónde estaba el chiste. Pelayo, no hay quien te entienda…

VI
El resto de la semana resultó realmente divertido. Mucho trabajo y muchas cenas con copa. El Café Journal para comer, el Brooklyn para cenar con música en vivo, el imprescindible Rodizio y la inevitable Feijoada. La mezcla de latinos es apasionante, diferentes culturas, formas de hablar en español, de utilizar las expresiones, eternas bromas entre países (principalmente Argentina-resto del mundo), mucho que aprender. Todo un mundo rico, gigantesco y superpoblado que en España no conocemos ni queremos conocer, que unificamos con la palabra “Hispanoamérica” y al que tratamos con una superioridad vergonzante.
Yo sentía que encajaba bien en ese ambiente, recibiendo con deportividad las pullas que me tocaban por ser una garota gallega y manteniendo ojos y oídos bien abiertos.

VII
El domingo yo volvía hacia Europa mientras Pelayo y Esteban volaban a Colombia para visitar a algunos clientes. “Tenéis los dos juntos una pinta de traficantes que no os tenéis, y para colmo vais a Cali!” Me miraron y se miraron nerviosos. “Ya está la gallega pensando que somos peores por ser indios” Dijo Pelayo con rabia. Yo me quedé helada, Pelayo sabía de sobra que estaba bromeando, ese comentario era muy parecido al que ellos mismos se hacían los unos a los otros.
Nos despedimos fríamente, mi frasecita cayó como una bomba y yo, como de costumbre, me quedé rasgándome las vestiduras por ser tan bocazas.

y VIII
El vuelo de vuelta no fué tan perfecto. Haber podido dormir en el anterior fué sólo un espejismo, esta vez cumplí con el rito de los ojos ardiendo de sueño mientras era la única en ver la película (mala, siempre me tocan malas) en la diminuta pantalla.
Al llegar a Barajas a las seis de la mañana leí al fin un periódico español con noticias frescas del día anterior: un guatemalteco afincado en España y un mejicano habían sido detenidos en el aeropuerto de Cali con información de alta tecnología que iba a ser vendida al más poderoso narcotraficante de Colombia. En ella se detallaba un nuevo e infalible método de modificar la cocaína haciéndola irreconocible empleando los análisis químicos conocidos. Los detenidos transportaban una maleta con muestras de esta droga perfeccionada.

viernes, 30 de noviembre de 2007

Gestos con sentido


Doce días antes de fin de año, el abuelo Hans pelaba una cebolla. Separaba una a una sus capas y las iba colocando en doce pequeños platos. Cada capa representaba para él un mes del año venidero. El abuelo Hans observaba con detenimiento cada una y por su color, textura y aroma podía saber cómo sería la cosecha de manzanas en septiembre, de patatas en octubre, de maíz en noviembre...
Al día siguente de San Nicolás buscaba el abeto más bello del bosque y lo traía a casa. Un árbol siempre verde y frondoso era el mejor augurio para tener un año fecundo. Lo decorábamos con las mejores manzanas del lagar, con las piñas, las nueces y las castañas que habíamos recogido en el campo. La abuela Inge prepaba pan de especias y bretzels, con su lazo interior que desde tiempo de los celtas es un símbolo de fecundidad y eternidad.
Aquél era por entonces un tiempo de celebración por haber tenido todo lo necesario un año más y al mismo tiempo de espera e incertidumbre ante el Año Nuevo. Cada adorno tenía un significado, cada canción una historia que recordar.
La familia vivía estos últimos días del año con una intensidad ancestral. Los niños nos maravillábamos por cada pequeño dulce, por cada hermosa historia que nos contaba la abuela Inge.

Cada fin de año pelo una cebolla lentamente, capa a capa, tal como hacía el abuelo Hans. Yo no sé interpretar lo que veo, pero me sirve para recordar cuántos gestos con sentido han quedado en gestos y han perdido su sentido.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Un avión de juguete


Estoy en Bérgamo y mi niña tiene varicela. La ciudad es preciosa, pero también lo es la carita llena de granos de mi niña. Le compro un avioncito de juguete.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Una paella en Casablanca


Habíamos tenido el tiempo justo de ir a la Medina a comprar aceitunas, algo que siempre intentamos encajar en la agenda cuando voy a Casablanca.
Driss propuso ir a comer a algún restaurante del puerto, lo cual siempre es una buena idea en esta ciudad costera con pescado fresco y muy variado. En el menú había paella; la verdad es que esto era lo último que yo hubiera pedido, pero vi que a Driss le apetecía, así que me sumé a su petición (mínimo dos personas) segura de que aquel día iba a comer mal. Una vez más (¿cuántas van ya?) me equivoqué: tomé una de las mejores paellas de mi vida, exquisitamente cocinada con pescado y marisco y aderezada con especias locales que le daban un toque muy especial (valga la redundancia). Lo más duro fue seguir trabajando después de semejante homenaje…

viernes, 26 de octubre de 2007

La Bienvenida - Alsacia


Las maravillosas vidrieras de la catedral de Colmar, un paseo con café por esta ciudad de cuento, una tarte flambé en el Vielle Strasbourg de Estrasburgo, un Riesling frío para acompañar el fuerte queso Munster, cientos de kilometros de maizales a medio cosechar, un brumoso Rhin con sus barcazas... Alsacia es ahora nuestra nueva sede, que nos acoge y nos presenta a nuestros nuevos compañeros de viaje. El primer encuentro ha sido inesperadamente agradable... parece que esta bienvenida promete tiempos mejores.

martes, 9 de octubre de 2007

El viaje luminoso

De vez en cuando la vida nos regala un viaje luminoso, de puro placer, con los amigos de verdad, con la familia. Días llenos de sabores y colores, de risas y juegos, de charla y reencuentro.




Gracias a todos por cada segundo y por todos los que vendrán.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Reivindicando el azúcar


El chófer conducía como un loco por la estatal 57SB de Illinois. La temperatura exterior era de varios grados bajo cero y la calefacción mantenía el interior del coche a unos 30 grados. Yo llevaba ya dos horas y media oyendo a Frank parlotear sin parar en su meteórico inglés. La cabeza me iba a estallar después de más de doce horas de viaje.
Paramos (¡al fin!) en una zona de descanso llena de máquinas de refrescos. Necesitaba fervientemente agua y azúcar para que mi cerebro recuperase su tono vital. La cantidad y variedad de bebidas era infinita pero, para mi sorpresa, todos los refrescos eran light. Ni un miligramo de azúcar, ingrediente erróneamente demonizado por los gurús de la dieta y periodistas mal informados. Escogí un refresco de color rosa que no me gustó, no me refrescó y me dejó un artificial sabor dulzón en la boca durante el resto del viaje.
Llegué a nuestro destino agotada y muerta de sueño. Me acosté soñando con una larga noche de descanso... algo que no ocurrió.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

La Despedida

Este ha sido un viaje de despedida. Hace ya un año, Maya se fue a un viaje de sólo ida, sin avisar, sin despedirse. Ahora nos ha tocado a nosotros despedirnos de compañeros de muchos años. Y es una despedida para siempre jamás, con la certeza casi absoluta de que no volveremos a vernos. Qué sensación de vacío, qué incertidumbre.
La empresa es la gran diosa, la que decide quiénes son nuestros compañeros; ella nos los dio, ella nos los quita. Haber hecho amigos de muchos países distintos después de tantos años no era contemplado por sus planes estratégicos. Perderlos para siempre no es ahora su problema.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Los patos de L'Isle-sur-la-Sorgue

Habíamos madrugado para llegar a tiempo a nuestra reunión. Después de una intensa mañana de trabajo, Jean Pierre y yo fuimos a comer a L'Isle-sur-la-Sorgue. Escogimos una terraza junto al riachuelo donde comimos comida china. Los patos venían buscando algo que pudiera caer al agua. La luz de finales de mayo era clara e intensa, el aire olía a hierba. La villa estaba llena de paseantes y sin embargo se respiraba una calma contagiosa. Así es la Provenza francesa.

jueves, 20 de septiembre de 2007

París Orly

París Orly me gusta. Es más pequeño que CDG. Y siempre está lleno de niños que vuelven de Eurodisney ;-)

martes, 18 de septiembre de 2007

Las gallinas del AVE

Hoy hay dos gallinas en el AVE que reunen lo peor de la condición femenina. Son maduritas con intenso moreno artificial, leggins para adolescentes, abalorios en muñecas y cuellos, peinado y bolso supuestamente de moda, labios inyectados.
Han bajado en Calatayud y Guadalajara (¡1 minuto de parada!) para fumar como posesas. No paran de hablar con sus teléfonos móviles y de reirse con su tono cazalloso. No puedo evitar pensar si tendrán una profesión, alguna verdadera afición cultural, una conversación que alguna vez tenga contenido...
No se precoupen, también me encuentro (y mucho más a menudo) con lo peor de la condición masculina...

domingo, 5 de agosto de 2007

Aeropuerto de Chicago

Aeropuerto de Chicago. He perdido mi móvil, móvil de empresa, y me acerco a un punto de atención al cliente. Siento una cierta inquietud, una sensación de culpabilidad que no puedo evitar. Como cuando me llamaban al despacho de la Directora y me rompía la cabeza pensando qué habría hecho que no podía recordar. Me entra una angustia orgánica cuando la amable encargada llama a un policía. Estoy en Estados Unidos, me pueden acusar de cualquier cosa, soy sospechosa por adelantado, ¡perder el móvil puede ser indicio de alguna actividad delictiva!
No han encontrado mi móvil; han sido extremadamente educados y atentos. Estoy llena de prejuicios...