lunes, 12 de noviembre de 2007

Una paella en Casablanca


Habíamos tenido el tiempo justo de ir a la Medina a comprar aceitunas, algo que siempre intentamos encajar en la agenda cuando voy a Casablanca.
Driss propuso ir a comer a algún restaurante del puerto, lo cual siempre es una buena idea en esta ciudad costera con pescado fresco y muy variado. En el menú había paella; la verdad es que esto era lo último que yo hubiera pedido, pero vi que a Driss le apetecía, así que me sumé a su petición (mínimo dos personas) segura de que aquel día iba a comer mal. Una vez más (¿cuántas van ya?) me equivoqué: tomé una de las mejores paellas de mi vida, exquisitamente cocinada con pescado y marisco y aderezada con especias locales que le daban un toque muy especial (valga la redundancia). Lo más duro fue seguir trabajando después de semejante homenaje…

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