martes, 2 de septiembre de 2008

Aix-le-Bains


El plan era simple: comer algo nada más aterrizar en Lyon, ya cerca de casa del cliente. Tras unos pocos kilómetros de ruta me topé sin anestesia con el maravilloso lago de Aix-le-Bains. Comimos un bocadillo en una terraza al borde del agua, vestidos de traje mientras a nuestro alrededor la gente tomaba el sol en bañador. La impresionante vista del lago con los Alpes al fondo, aún nevados pese a estar en julio, me abstrajo completamente. Respiraba un aire fresco y limpio y sólo oía el sonido de los mástiles del muelle mezclados con el graznido de las aves. Qué delicia... Romper ese encanto para volver a conectar con el trabajo fué una sutil forma de tortura. Qué bonito es Francia

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